ANECDOTARIO DE ALFONSO MALASPINA
ALFONSO MALASPINA Y EL POETA JOSÉ SANTOS
CHOCANO.
ERMG
1
Papá una vez me preguntó si conocía al poeta José
Santos Chocano, y yo le contesté que no. Entonces me explico: fue un poeta
peruano, muy bueno pero muy pendenciero. Mató de un plomazo a un escritor y a
él lo asesinaron de una puñalada en el corazón. Lo enterraron de pie. Luego
recitó un poema del bardo, y me dijo que quería contarme una anécdota de ese poeta
que escuchó cuando estudiaba sexto grado en Santa María de Ipire.
2
La anécdota es la siguiente: En Lima se celebraba una
reunión de poetas, y José Santos Chocano era el encargado de recibir las
credenciales de los participantes. Los poetas le entregaban los papeles y Chocano,
luego de revisar, los mandaba a pasar a la sala de conferencias.
Pero, repentinamente, se presentó un hombre desgarbado
y sin credenciales. Chocano le explico al hombre que sin credenciales no podía
creerle que era un poeta de verdad.
Entonces, el desgarbado extendió una mano hacia
Chocano y recitó:
Que soy poeta, y me atrevo
te voy a demostrar, Chocano
a escribirte con el g**vo
un madrigal en el ano.
3
Una vez visité al poeta Sael Ibáñez en la Casa Bello
que él presidía. Estaba con otros poetas hablando de José Santos Chocano. Intervine
y conté la anécdota de papá. Sael soltó una gran carcajada, para luego
preguntarme: ¿Será verdad? Le contesté que se la relataron a mi padre en Santa
María de Ipire, entonces me dijo:
—¡Coño! ¡Si tu papá la escuchó en Santa María de
Ipire, entonces, es verdad!
4
Mucho tiempo después investigué sobre José Santos
Chocano. Leí su biografía y algunos de sus poemas. Efectivamente, lo enterraron
de pie, porque así lo pidió en un poema:
Este metro cuadrado que en la tierra he buscado,
vendrá tarde a ser mío. Muerto, al fin, lo tendré...
¡Yo no espero ya ahora más que un metro cuadrado!
donde tengan un día que enterrarme de pie!
(La vida náufraga)
6
No recuerdo el poema de Chocano que recitó papá aquel
lejano día. Pero si me identifico, plenamente, con uno de sus versos:
¡Señor!, ya me canso de viajar, ya siento
nostalgia, ya ansío descansar muy junto
de los míos... Todos rodearán mi asiento
para que diga mis penas y triunfos;
y yo, a la manera del que recorriera
un álbum de cromos, contaré con gusto
las mil y una noches de mis aventuras.